Si algo hemos aprendido en estos últimos treinta días es la frase “distanciamiento social”.
Aunque poco sabíamos a que se refería, comprendíamos claramente que teníamos que estar lejos unos de otros. Un metro de distancia, un poco más un poco menos, eso es lo que se propone entre otras medidas para frenar el avance de la temida enfermedad de la influenza.
¡Qué difícil que nos está resultando! De pronto cuando todo pronóstico en cuanto a la sociabilidad estaba con perfil bajo, resulta que ahora nos es muy difícil tomar este distanciamiento.
Cansados estamos de leer como la comunicación virtual y por teléfono celular nos separa cada día más de nuestros semejantes y como el pasar tantas horas frente al televisor mirando todo tipo de programación hace que no tengamos tiempo para reunirnos con amigos o simplemente conversar.
Pero hoy lejos de tomar conciencia real de la enfermedad que nos circunda, todavía cuestionamos si cerramos tal o cual espacio, sea público o privado con la excusa de que todo no se puede cerrar.
Como sociedad no conocemos lo que significa pasar por una pandemia, lejos estamos de las enfermedades que asolaron al mundo luego de la primera y segunda guerra mundial. Todo nos parece muy lejano y aún pensamos que nunca nos puede pasar. Lo cierto es que estamos transitando un camino delicado y que necesita de todos para llegar a destino.
Es real que a los niños no los podemos tener treinta días encerrados en casa, (aunque si están enfermos obligatoriamente deberán hacerlo), que necesitan tomar sol (que hace bien) y distraerse.
Es cierto que no pueden estar treinta días seguidos en una maratón televisiva, play o cibernauta. Como padres debemos agudizar al máximo nuestros sentidos, nuestros sentimientos y nuestra creatividad para estar con ellos en casa.
Tal vez este sea un tiempo para fortalecer los lazos familiares dado que
ahora solo podemos salir un ratito de casa y será a una plaza o parque y no podremos ir al cine o la casa de amigos y compañeros de la escuela y pasar largas tardes juntos y hacer pijamas pantys.
Fortalecer los lazos familiares con quienes convivimos creo puede ser una de las grandes enseñanzas que nos dejará la tan temida gripe A. Leer, conversar, hacer tareas, aprender a colaborar en las tareas de la casa, escuchar música, cocinar con nuestros hijos (sean estos pequeños o tengamos adolescentes), aprender computación con ellos, aprender a usar Internet y chatear, hablar por teléfono, escribir cartas y muchas cosas más son algunas opciones que no podemos dejar pasar por alto.
Me gusta pensar de esta forma, estamos frente a una nueva oportunidad en medio de la enfermedad, una oportunidad para hacer y disfrutar aquellas cosas que por las múltiples actividades de todos (grandes y chicos) hemos dejado de hacer.
Tal vez el distanciamiento social traiga consigo un nuevo acercamiento con quienes convivimos a diario en nuestro hogar. Estoy casi segura que esto nos traerá muchas satisfacciones.
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