Porque algunos bailan al escuchar su música interior.
Porque algunos cantan cuando están muy felices o cuando la tristeza los toma por sorpresa.
Porque algunos cantan y bailan sin razones para hacerlo...
Para todos ellos, y también para Valentina, es que escribí esta nueva leyenda.
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Cuenta la leyenda que en la
antigüedad los niños y niñas que llegaban al mundo no tenían en
su ser asociadas las capacidades para escuchar la música ni para
mover el cuerpo.
El mundo tal como estaba con esos niños
parecía triste y descolorido.
Con mucha dedicación las madres y
cuidadoras de los más pequeños les enseñaban apenas a mover un
poco el cuerpo, para lograr en ellos la idea del juego y el
trabajo en grupo, aspectos sumamente importantes para la vida en
comunidad. Con movimientos raros y nada coordinados las madres y sus
muchos hijos e hijas se movían al compás del sonido del viento, del
canto del mar o el trinar de las aves...
Otro grupo de madres y cuidadoras,
admiradas por el empeño de aquellas, trataban de imitar el canto del
agua al caer del cielo, el trinar de los pájaros y hasta el grito de
varios animales... Así pasaron muchas estaciones.
Poco a poco el mundo iba tomando otro
color. Pero no parecía suficiente.
Un día en que las estrellas parecían
iluminar el cielo mas que nunca, las madres y cuidadoras, trataban
por todos los medios hacer dormir a sus hijos e hijas, tal como cada
noche con imitación del canto de aves, sonidos del mar o el mover
de las hojas. Nada parecía atraer el sueño a los niños.
¿Qué pasaba en el cielo se
preguntaban todos?
¿Por qué tanto tintinear de estrellas
de muchos colores?
En las alturas había un reunión, nada
ni nada menos que las hadas de la danza y las hadas de la música
estaban junto a muchas otras tratando de convencer al Hacedor que les
permitiera bajar a la tierra para derramar en los niños y las niñas
esa hermosa capacidad para bailar, cantar y tocar hermosos
instrumentos.
Luego de mucho pensar, el Hacedor de
los hombres finalmente accedio, pero les dijo lo siguiente: no
derramaran esa capacidad solo en niños y niñas, sino en todas las
personas, desde los pequeñitos hasta los más ancianos. Eso era para
que aquellos que ya eran adultos pudieran descubrir también la
hermosa sensación de danzar al compas de la música, cantar sin
importar porque o para que y tocar bellos instrumentos.
Rápidamente las hadas bajaron a la
tierra, desparramaron a su paso la capacidad de danzar y cantar. Lo
hicieron entre los niños y niñas, jóvenes y también adultos. Pero
dedicaron especial atención a las madres y sobre todo a las madres
que ya tenían en su vientre a un niño o tal vez dos...
Desde entonces, cada vez que un niñito
o niñita se mueve dentro del vientre de su mamá le recuerda a su
madre que deberá cantarle si quiere que deje de moverse, o al revés
deberá cantarle si quiere que se mueva. Esa capacidad de danzar y
cantar la llevará toda su vida, como recuerdo de sus primeros cantos
y estará asociada siempre al amor y perseverancia de aquellas
primeras madres que sin tener capacidad para moverse o para cantar,
hicieron todo lo posible para sus hijos descubrieran que moverse al compás de la música era lo mas hermoso que la vida puede
regalarnos...
1 comentario:
¡Hermoso! A la distancia de tiempo y kilometraje, envío un saludo abrazo fraterno grande, grande.
Muack!!!!!
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